jueves, 19 de julio de 2012

Finalmente pasó

Aún no lo creo. Han pasado tres días, y todavía no lo asimilo. A veces creo que fue un sueño, pero entonces miro las fotos que tomé, los videos que circulan en internet, los titulares de los programas deportivos, y es ahí cuando me doy cuenta que fue real, que los largos años de espera ya terminaron, que Santa Fe, el equipo de mis amores, quedó campeón.


Es entonces cuando vienen a mi mente los recuerdos de los primeros partidos de Santa Fe que yo veía los domingos en la tarde en una lucha constante con mi hermana por el control del televisor, y por supuesto de los que escuchaba los miércoles en la noche mientras hacía mis tareas de colegio. Esos partidos que siempre seguía con la única ilusión de que mi equipo amado, diera una vuelta olímpica, de que se coronara campeón del torneo colombiano.


Y este Domingo, después de tantos años de sufrimiento, después de tanto tiempo de espera, después de tantas veces de estar a punto, finalmente se logró. La fiesta empezó desde temprano, desde el viernes cuando viajé en horas de la noche a Bogotá. Ese mismo viernes, horas antes, mi papá me había dicho que no había conseguido boletas. Pero al mismo tiempo, una luz de esperanza brillaba, me habían llamado a decirme que era probable que pudiera vivir la fiesta. Mi ilusión crecía poco a poco. Al fin el teléfono sonó, iba a poder ir al estadio.


Luego todo fue fiesta. Llegué al estadio a eso de las dos de la tarde, hicimos la fila, y finalmente entramos. Ya estando adentro, el momento se acercaba, estábamos unos minutos más cerca de ser campeones. Cuando el partido comenzó, mis nervios estaban a mil, me temblaban las manos, el frío se apoderaba de mí, el hambre hacía presencia, pero yo seguía concentrada viendo el partido. Pasaban los minutos y el partido seguía empatado sin goles. Se acabó el primer tiempo, y la ansiedad era cada vez más grande, llegué hasta a pensar en la posibilidad de los penales. Empezó el segundo tiempo, y con él vinieron de nuevo los nervios, el hambre, el frío. El gol estaba cerca, pero aún no se marcaba. Llegó el minuto 70, Omar Pérez iba a cobrar el tiro libre. Cobró y el cabezazo de Copete se fue adentro de la portería. Yo no lo podía creer. Los jugadores estaban terminando con una larga espera de 36 años y un poquito. Quedé en shock, no reaccionaba, las lágrimas salían de mis ojos. Finalmente el rojo de mi alma estaba a unos pocos minutos de ser campeón.


El árbitro pitó el final. Todo fue júbilo. Nos fundíamos en abrazos interminables, como una familia, la familia santafereña. Nuestro sueño se había hecho realidad. Por fin pudimos ver a Santa Fe coronarse campeón del torneo colombiano. Espero que esa escena se repita muchas veces más en mi vida. La primera vez que la viví fue espectacular.



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